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64 p. 15 x 20 cm., rústica / Literatura /1° ed. CABA, La Gran Nilson, 2024.
ISBN: 9786310037363
Un hombre en un muelle. La caña se arquea y se tensa la tanza; a lo lejos, una mujer mira la escena. Tiene que ser un dorado, dice. Es el principio. Al final, hay ranas en una foto, un padre y una confusión. En el arco que se extiende entre esas dos puntas, dos personas viejas conversan, una mamá y su hija hacen una tarea escolar, una familia vuelve al mar, dos hermanas ponen un casete y bailan, una mujer hace un barco de papel, Nippur de Lagash irrumpe en la memoria de un hermano, dos mujeres descalzas ponen un disco y bailan, en una casa algunas veces, un repasador es una pelota, en otra, una jarra de cerámica tiene forma de pingüino gordo, un nene y Martín Karadagian, una compañera de colegio regresa, un mandato de Navidad, Beto y Enrique hacen volutas de humo. Escenas sin artilugios, simples, cotidianas, donde colocar el dedo y sentir la vida que late, como decía Alice Munro. Es ahí, donde se oculta una historia, donde tiene lugar cierta tensión sutil, cuando en forma precisa y minuciosa, sin estridencias, sucede la singularidad de los cuentos de A veces el mundo es un buen lugar y es donde radica su originalidad. En los cuentos de Cristian Bautista siempre suenan canciones. Cada uno muestra un escenario particular y pequeño que obliga a quedarse mirando los objetos y las personas de tal forma que entrevemos en ellos el mundo entero.
Lila Gianelloni
Como los mejores narradores, Cristian Bautista saber distinguir, entre la confusa bruma de lo cotidiano, el material necesario para sus historias. Y ahí, en escenas menores, con diálogos austeros y gestos mínimos, cifra, secretos pero intensos, los ecos de viejas heridas abiertas. Sin embargo, por más tristes o desoladoras que sean las anécdotas, Bautista tiene la sensibilidad necesaria para encontrar siempre un momento fugaz, íntimo, luminoso que nos hace sentir que quizá sea cierto lo que afirma el título del libro; que quizá, a veces y a pesar de todo, el mundo sea un buen lugar para vivir.
Pablo Colacrai
A veces el mundo es un buen lugar // Cristian Bautista
64 p. 15 x 20 cm., rústica / Literatura /1° ed. CABA, La Gran Nilson, 2024.
ISBN: 9786310037363
Un hombre en un muelle. La caña se arquea y se tensa la tanza; a lo lejos, una mujer mira la escena. Tiene que ser un dorado, dice. Es el principio. Al final, hay ranas en una foto, un padre y una confusión. En el arco que se extiende entre esas dos puntas, dos personas viejas conversan, una mamá y su hija hacen una tarea escolar, una familia vuelve al mar, dos hermanas ponen un casete y bailan, una mujer hace un barco de papel, Nippur de Lagash irrumpe en la memoria de un hermano, dos mujeres descalzas ponen un disco y bailan, en una casa algunas veces, un repasador es una pelota, en otra, una jarra de cerámica tiene forma de pingüino gordo, un nene y Martín Karadagian, una compañera de colegio regresa, un mandato de Navidad, Beto y Enrique hacen volutas de humo. Escenas sin artilugios, simples, cotidianas, donde colocar el dedo y sentir la vida que late, como decía Alice Munro. Es ahí, donde se oculta una historia, donde tiene lugar cierta tensión sutil, cuando en forma precisa y minuciosa, sin estridencias, sucede la singularidad de los cuentos de A veces el mundo es un buen lugar y es donde radica su originalidad. En los cuentos de Cristian Bautista siempre suenan canciones. Cada uno muestra un escenario particular y pequeño que obliga a quedarse mirando los objetos y las personas de tal forma que entrevemos en ellos el mundo entero.
Lila Gianelloni
Como los mejores narradores, Cristian Bautista saber distinguir, entre la confusa bruma de lo cotidiano, el material necesario para sus historias. Y ahí, en escenas menores, con diálogos austeros y gestos mínimos, cifra, secretos pero intensos, los ecos de viejas heridas abiertas. Sin embargo, por más tristes o desoladoras que sean las anécdotas, Bautista tiene la sensibilidad necesaria para encontrar siempre un momento fugaz, íntimo, luminoso que nos hace sentir que quizá sea cierto lo que afirma el título del libro; que quizá, a veces y a pesar de todo, el mundo sea un buen lugar para vivir.
Pablo Colacrai
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